Nada pasa inadvertido en Las Torres. Una cara nueva, un coche desconocido, todo es analizado al detalle por decenas de ojos que vigilan día y noche los soportales de este barrio de Villaverde Alto. Son los peones de una jerarquía que mueve cientos de miles de euros al año en la venta de productos robados a la carta. Motivo de sobra para invitar a marcharse, sólo con una mirada, a cualquier intruso.
Ropa, calzado, juguetes, electrodomésticos, cosmética y hasta comida. Todo lo que sea susceptible de ser robado se puede encontrar o encargar en Las Torres. Pero no cualquiera puede ir llamando puerta por puerta a ver qué hay, de ahí la estricta vigilancia interna. Debes conocer a alguien del barrio o ser amigo de confianza. Encargas lo que quieras –desde una chaqueta de marca a un perfume, pasando por una videoconsola de última generación– y en menos de una semana tienes el artículo robado en tu domicilio sin más gastos de envío que la propina que tú quieras darle a los «burros» (generalmente toxicómanos del barrio que los utilizan para llevar el pedido a la dirección del comprador y cuya misión es traer el dinero de la compra de vuelta al barrio). Todos los artículos se venden siempre a mitad de precio de mercado en el momento en que han sido robados y, eso sí, no se admiten devoluciones. Además de dar palos en centros comerciales o boutiques de grandes firmas (nunca del barrio, «por respeto»), la red trabaja con cajeras de supermercado compinchadas y camioneros «comprados» que simulan haber sido desvalijados mientras transportaban televisores de plasma, DVD, portátiles, móviles, electrodomésticos o comida «gourmet» no perecedera. Es cierto que no todos los que viven en estos edificios se dedican a esto –en realidad son sólo tres grandes familias–, pero, de una forma u otra, dan trabajo a casi todo el barrio.
Fuente: La Razón